
El gran potencial beneficioso que tiene la NAC en los trastornos inmunológicos se debe a sus múltiples mecanismos antioxidantes y antiinflamatorios.

Diversos estudios científicos demostraron la capacidad que tiene este elemento de mejorar significativamente la sintomatología asociada a condiciones que afectan al sistema que, en teoría, debería protegernos.
La N-acetilcisteína es un poderoso antioxidante capaz de suprimir efectivamente las reacciones de estrés oxidativo en nuestro cuerpo.
Estas se presentan en cualquier estado patológico, aunque muchos procesos metabólicos involucran la producción de radicales libres (las moléculas que dan origen al estrés oxidativo), especialmente cuando nos alimentamos mal.
No sólo gracias a su efecto directo, a través de la eliminación de la producción de radicales libres, sino también a su efecto indirecto, con el aumento del glutatión, el antioxidante endógeno más potente, la NAC se ha convertido en un aliado interesante cuando se trata de suprimir las reacciones de estrés oxidativo.
Hoy en día es reconocido por la ciencia como un suplemento importante en el tratamiento de algunas enfermedades crónicas como la diabetes y la hipertensión, así como en el tratamiento de primera línea para la intoxicación hepática por acetaminofén.
Dicho esto, y regresando un poco a lo que hablábamos antes, el estrés oxidativo juega un rol fundamental en la supresión de la inmunidad, ya que no sólo facilita la instauración de la inmunosupresión, sino que también fomenta su desarrollo.
Este es un efecto directo demostrado por la ciencia, pero que podemos inferir también si analizamos cualquier enfermedad importante. Por ejemplo, en el caso de la diabetes, la acumulación de glucosa y el estrés oxidativo que genera disminuyen la viabilidad del tejido vascular y, por tanto, aumenta las posibles infecciones.
Otro ejemplo importante es el tabaquismo. El aumento del estrés oxidativo, debido a sus compuestos, genera inflamación crónica, un mecanismo que, según aseguran los científicos, puede ser el origen de las infecciones a repetición y del cáncer.
En condiciones normales, los humanos estamos capacitados para suprimir las posibles reacciones de estrés oxidativo que aparezcan en nuestro cuerpo debido a procesos fisiológicos normales, como el procesamiento de la comida y otras reacciones químicas que tienen cabida en el organismo.
Sin embargo, cuando empezamos a alterar nuestro metabolismo o nos encontramos enfermos, empieza a aumentar la cantidad de radicales libres en nuestro torrente sanguíneo y con esto la posibilidad de agravar nuestro cuadro inicial.
Es importante estar al tanto de que mientras mayor sea la cantidad de reacciones de estrés oxidativo en nuestro cuerpo, en peor estado estará nuestro sistema inmune.
Es aquí donde entra la NAC y todos sus beneficios.
La acetilcisteína pinta como un posible coadyuvante necesario para restablecer el potencial inmune de nuestro organismo, especialmente durante y después de cualquier evento patológico o enfermedad.
Hay varios puntos importantes a destacar cuando se habla del potencial inmune que otorga la NAC; sin embargo, lo resumiremos en tres puntos clave.
Inmunoregulación
Uno de los factores clave que debe tener una respuesta inmune adecuada es la regulación.
Parezca o no, muchas veces los procesos patológicos se rigen por un exceso de liberación de inmunoglobulinas y defensores del cuerpo, en vez de ser la “falta” de ellos lo que caracterice el proceso.
La NAC ha demostrado ser un regulador natural de la secreción de IgE e IgA, dos inmunoglobulinas implicadas en varios procesos respiratorios, especialmente los relacionados con la inflamación crónica que discutíamos antes, la cual está asociada a las infecciones a repetición y al cáncer (1).
Además, este antioxidante es capaz de regular la producción de citoquinas que no sólo son proinflamatorias, sino que también son pro-fibróticas. Es decir, son capaces de crear fibrosis posterior a la inflamación, un proceso que es realmente importante en algunas enfermedades como la fibrosis quística, patología en la cual la NAC ha demostrado corregir ciertas disfunciones inmunológicas asociadas (2).
Por otro lado, con el aumento indirecto en la producción del glutatión, también existe una gran regulación de los procesos inflamatorios.
Algunos estudios afirman que la NAC puede disminuir la inflamación al mismo tiempo que disminuye la migración de leucocitos (glóbulos blancos) hacia el área inflamada, limitando la progresión de ciertas enfermedades que usan este mecanismo para afianzarse y desarrollarse en nuestro cuerpo (3).
Además, también se relaciona a la NAC con una disminución en la formación y deposición de inmunocomplejos, que no sólo están formados por IgA e IgE, sino también por IgM.
Es decir, no sólo tiene efecto directo sobre la regulación, sino también en los posibles efectos secundarios posteriores (4).
Macro defensas naturales
Nuestro cuerpo no sólo se basa en células y moléculas defensoras, sino que también hay otras defensas macroscópicas que van más allá.
Una de ellas es el moco, el cual normalmente es un aliado que arrastra a todos los microorganismos y moléculas nocivas de nuestro tracto respiratorio (en particular); sin embargo, hay casos donde no termina siendo muy bueno.
La acumulación de moco puede conllevar a la aparición de infecciones graves o procesos obstructivos importantes como la bronquitis crónica.
La NAC ha demostrado ser un regulador natural de la cantidad de mucina que producimos, así como de los movimientos de los cilios para la buena eliminación de los mocos y todo lo que contienen (1).
Además, inclusive podría afectar la adhesión de las bacterias a las células a través de la regulación de factores que se expresan en la superficie de los tejidos.
Efecto antibacteriano
Por último, pero no menos importante, la NAC podría tener un efecto directo sobre los mecanismos de defensa que utilizan las bacterias. Uno de los más estudiados es la formación de un biofilm, una capa bastante resistente a la gran mayoría de los antibióticos existentes (5).
Parece que la N-acetil-L-cisteína puede disminuir significativamente la producción del biofilm, así como aumentar la permeabilidad de esta capa, permitiendo que los antibióticos traspasen y hagan efecto.
La NAC se está planteando como un excelente coadyuvante a ser considerado en una gran cantidad de bacterias que utilizan este mecanismo de defensa, especialmente el Staphylococcus aureus, uno de los más temidos.
Está claro: los estudios anteriormente señalados reflejan claramente los efectos positivos que tiene la N-acetil-L-cisteína en la prevención y tratamiento de diversas patologías de índole inmune.
Si a esto se le suma un correcto régimen alimenticio, una rutina de ejercicio físico regular, un estilo de vida calmado, entre otros factores positivos para la salud, el riesgo de que este tipo de condiciones aparezca o evolucione crónicamente se va a ir al mínimo.
¡No te queda de otra, debes incluir a la NAC en tu nutrición diaria!