
Para que los probióticos sean considerados como tales necesitan mantener su viabilidad en cantidad suficiente durante la vida útil del producto en el que se administran.

Además de proporcionar múltiples beneficios por su cuenta, los prebióticos le dan lo necesario a los probióticos para que estos vivan y se desarrollen correctamente.
Si bien los probióticos son los protagonistas principales en la lucha para mantener el equilibrio gastrointestinal entre los microorganismos patógenos y los que conceden beneficios para la salud en general, hay otros protagonistas que merecen ser nombrados por su importante accionar: los prebióticos.
Según la Organización Mundial de Gastroenterología (WGO, por sus siglas en inglés), los prebióticos son definidos como “sustancias de la dieta (fundamentalmente polisacáridos no amiláceos y oligosacáridos no digeribles por enzimas humanas) que nutren a grupos seleccionados de microorganismos que habitan en el intestino favoreciendo el crecimiento de bacterias beneficiosas sobre las nocivas.”
Complementando un poco el concepto anterior, los prebióticos son ingredientes de los alimentos no digeribles que son capaces de producir efectos beneficiosos sobre el huésped, estimulando selectivamente el crecimiento y/o actividad de un tipo o de un número limitado de microbios beneficiosos nativos (1, 2, 3).
Entre los prebióticos mejor conocidos y más empleados en fórmulas, se encuentran (2, 3):
- Fruto-oligosacáridos (FOS).
- Galacto-oligosacáridos (GOS).
- Inulina.
- Trans-galacto-oligosacáridos (TOS).
- Lactulosa.
- Fibra de avena.
- Cebada germinada (rico en hemicelulosa).
- Goma guar hidrolizada.
- Almidón resistente.
- Pectina.
- Oligosacáridos de la leche materna.
- Plantago ovata.
- Betaglucano.
Para que un ingrediente o alimento pueda considerarse como prebiótico, debe cumplir los siguientes requisitos (1):
- No ser hidrolizado o absorbido en el tracto gastrointestinal superior (esófago, estómago y duodeno) y, por lo tanto, ser resistente a la acidez gástrica, a la hidrólisis por enzimas digestivas y no absorberse en el intestino delgado.
- Ser fermentado selectivamente por bacterias beneficiosas de la microbiota intestinal.
- Ser capaz de inducir efectos fisiológicos beneficiosos para la salud.
¿Por qué son tan importantes los prebióticos?
Pues, si recuerdas bien, para que los probióticos puedan ser clasificados como tales, uno de los requisitos que deben cumplir es que, estos, al ser almacenados, deben ser resistentes a las condiciones de procesado y conservación, manteniendo así su viabilidad en cantidad suficiente durante la vida útil del producto en el que se administran (1, 4).
Es decir, estos microorganismos beneficiosos necesitan de alimento, entre otros elementos, para subsistir durante su almacenamiento. Y es aquí donde entran en acción los prebióticos, proporcionando lo necesario para que los probióticos vivan y se desarrollen correctamente.
Además, una gran cantidad de beneficios producidos por la microflora intestinal se deben gracias a la presencia de elementos como los prebióticos, los cuales están estrechamente relacionados con la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC), elementos que han sido estudiados en múltiples ocasiones, encontrando beneficios significativos para la salud (1, 5, 6).
Beneficios de los prebióticos
Para culminar esta sección, aquí hay una lista con otros de los diversos efectos beneficiosos que pueden ser producidos por la presencia de los prebióticos (1, 7):
- Mejoran las funciones intestinales al aumentar la cantidad de agua en heces, el peristaltismo, la generación de gases y el volumen de las heces.
- Favorecen la prevención de infecciones intestinales, diarrea, estreñimiento y mejoran los síntomas de la enfermedad inflamatoria intestinal.
- Proporcionan un efecto preventivo en la aparición de tumores malignos en el intestino al retardar la proliferación celular y favorecer la eliminación de las células dañadas.
- Reducen los niveles de colesterol LDL y triglicéridos en sangre.
- Favorecen el aumento de la biodisponibilidad de minerales como el calcio, el zinc, el magnesio y el hierro.
- Favorecen la síntesis de vitaminas del grupo B, especialmente del ácido fólico (vitamina B9).
- Aumentan la función inmunológica del individuo al incrementar la proliferación de la microflora probiótica.
Aparte de conseguirlos en preparados comerciales, los prebióticos también son encontrados en aquellos alimentos ricos en fibra vegetal como cereales integrales derivados del trigo, avena y cebada, verduras como achicoria, espárragos y alcachofas, frutas como bananas, plátanos, tomates, manzanas y guayabas, legumbres como la soja y otros alimentos como puerro, ajo, cebollas, miel, alfalfa, remolacha, entre otros.
A pesar de que aún falta mucha información por descubrir acerca del rol que poseen los prebióticos y sus mecanismos de acción, las tendencias mundiales actuales, en concordancia con una alimentación saludable, muestran que ha habido una gran aceptación por parte de la comunidad científica hacia el uso de los prebióticos, tanto solos como en compañía de los probióticos.
Y es que no cabe ninguna duda acerca del enorme aporte proporcionado por estos elementos hacia no sólo el bienestar del sistema gastrointestinal, sino a la salud del ser humano en general.
Así que no te queda de otra más que incluir a los prebióticos en tu nutrición diaria a través de la dieta o mejor aún, consumiendo suplementación exógena, haciendo de tu estilo de vida uno más saludable en los múltiples años por venir.